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La comunicación humana tiene dos facetas: hablar y escuchar. Generalmente se piensa que es más importante el hablar, ya que éste parece ser el lado activo de la comunicación, mientras que al escuchar se le suele considerar como pasivo. El hablar y el escuchar son ambos activos, sin embargo, es el escuchar el que le da sentido a la comunicación, es el escuchar el que valida el hablar.

Es necesario diferenciar el oír del escuchar. Aunque la raíz del escuchar es biológica (descansa en el fenómeno del oír, que es la capacidad de distinguir sonidos), escuchar no es oír.  Escuchar pertenece al dominio del lenguaje, y se constituye en nuestras interacciones sociales con otros.  Al escuchar, buscamos hacer sentido a lo que escuchamos y lo hacemos de acuerdo a como somos, escuchamos desde nuestra historia social y personal.

Escuchar = oír + interpretar

Cuando escuchamos, generamos un mundo interpretativo. El acto de escuchar siempre genera comprensión y, por lo tanto, interpretación.  El factor interpretativo es de tal importancia que es posible escuchar aun cuando no haya sonidos. Podemos escuchar los silencios, los estados emocionales, los gestos, la corporalidad, en la medida que seamos capaces de atribuirles un sentido.

La calidad de nuestras interpretaciones determina la calidad de nuestra escucha

Dijimos que el hablar no garantiza el escuchar:  Uno dice lo que dice y el otro escucha lo que escucha.  Existe una brecha entre el hablar y el escuchar de la que debemos hacernos cargo. El bien escuchar busca reducir esa brecha. Pero ¿Cómo se hace el bien escuchar? ¿Cómo acortar la brecha?

Escuchar efectivo:

Verificar escuchas

  • Hacer un alto en la conversación.
  • Chequear lo que ambos están escuchando.

Compartir inquietudes

  • Plantear preocupaciones.
  • Te explico lo que me pasa.

Indagar / Proponer

  • Preguntar desde el observador que soy y el que es el otro.
  • Usar el habla para garantizar la escucha.

 

Escuchar es abandonar nuestras certezas para abrirnos a la posibilidad de algo más grande, donde desaparece la necesidad de demostrar, ganar o imponer

La palabra es acción, la palabra posee el poder de la transformación. Escuchar al otro es permitir que su palabra me transforme, que me lleve a tomar acciones que antes no eran posibles. Sin embargo, cada vez que entro en una conversación desde “posiciones tomadas”, sin estar abierto a cambiar, comprometo mi escucha.

¿Cómo evalúo mi capacidad de escuchar al otro?

  • ¿A quiénes me cuesta escuchar en mi trabajo o en mi casa?
  • ¿Porqué no los escucho?
  • ¿Muestro una real apertura a la escucha?
  • ¿Qué dice esto de mí, de mi historia, de mis interpretaciones, de la forma en la que indago o propongo?
  • ¿Que necesito hacer distinto para ampliar mi capacidad de escucha?

¿Cómo evalúo que soy escuchado por los demás?

  • ¿Quiénes suelen no escucharme?
  • ¿Al hablar, qué coherencia muestro entre mi corporalidad, la emocionalidad y lo que digo?
  • ¿Por qué creo que no me escuchan?
  • ¿Qué dice eso de mí?

Escuchar es una manera de estar en la vida. El modo en que uno escucha determina la forma en que uno está en la vida. Esto lo vemos en todos los dominios: una persona que siente constantemente rabia escuchará los comentarios de otros como ataques, independiente de si el resto tuvo la intención o no de provocarlo. Y como la emoción gatilla la acción, es probable que esta persona reaccione defendiéndose o atacando de vuelta dañando seriamente el tipo de relaciones que establece con los demás. Si uno escucha desde el miedo, por ejemplo, escucha una cosa y si lo hace desde el emocionar del optimismo, escucha algo muy distinto. Por lo tanto, la emoción tiñe el escuchar.

 

Ondina Lucero M.
Coach Ontológico / Ingeniero Comercial
Socia Directora de Impullsa Consultores Ltda.
www.impullsa.cl

Santiago, Julio 2020

 

Bibliografía:
Capítulo 5 de Ontología del Lenguaje - Rafael Echeverría
Escucha Activa – Dinámicas Humanas

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